Lavrov: “La tragedia de Chile se ha convertido en nuestra tragedia, la historia de Chile en una página de nuestra historia”
En un artículo dedicado al 50.° aniversario del golpe de Estado en Chile, el canciller ruso abordó una amplia gama de temas, desde la influencia de EE.UU. en los acontecimientos de 1973 hasta las relaciones entre Rusia y el país sudamericano.
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, escribió un artículo en conmemoración del 50.° aniversario del golpe de Estado en Chile, que se saldó con miles de víctimas de la represión, la tortura y los asesinatos en masa.
“No temo decir esto: la tragedia de Chile se ha convertido en nuestra tragedia, la historia de Chile en una página de nuestra historia.
Los acontecimientos de hace medio siglo interrumpieron la tradición democrática de Chile durante diecisiete años, se convirtieron en un parteaguas político en la historia moderna del país y enseñaron al mundo entero una serie de lecciones importantes para las generaciones venideras”, señaló el canciller.
Con respecto al golpe de Estado en Chile, sostuvo: “sacudió también a nuestro país, donde [el expresidente de Chile] Salvador Allende era bien conocido, habiendo visitado Moscú muchas veces, incluso como presidente.
La Unión Soviética se unió activamente a la campaña internacional de solidaridad con el pueblo chileno y dio asilo a muchos emigrantes políticos”, continuó.
Según Lavrov, el proyecto de la coalición política y electoral chilena Unidad Popular “tenía una clara dimensión internacional, orientada a romper con la dependencia exterior y a fortalecer los principios nacionales y latinoamericanos”.
“Amenaza existencial para EE.UU.”
El ministro ruso afirmó que, en ese contexto, los planes estratégicos de los dirigentes chilenos “suponían poco menos que una amenaza existencial para EE.UU.”.
“A Washington le repugnaba y le sigue repugnando la idea misma de que otros países tengan derecho a elegir su propio modelo político y socioeconómico de desarrollo”, explicó el jefe de la diplomacia rusa.
Asimismo, indicó que incluso antes de que Allende tomara posesión del cargo, “en Washington ya se había puesto en marcha un plan para su destitución, utilizando todo un arsenal de chantaje y presión política”.
Así, el ministro señaló que para estos fines EE.UU. utilizó la guerra económica multifacética, la presión informativa y psicológica, la desinformación de la población, la estimulación de la ‘fuga de cerebros’, la creación y el patrocinio de organizaciones de extrema derecha, las provocaciones y la violencia contra los partidarios del nuevo Gobierno, entre otras.
Acciones destructivas que Washington “sigue utilizando hoy”
Según destacó Lavrov, este conjunto de acciones destructivas se convirtió en “una especie de plantilla que Washington y sus satélites siguen utilizando hoy en contra de Gobiernos soberanos de todo el mundo”.
El diplomático ruso, en su artículo, citó como ejemplo las ‘revoluciones de colores’ en Yugoslavia, Georgia, Kirguistán, “el apoyo abierto de Washington al sangriento golpe de Estado en Kiev en febrero de 2014”, así como los intentos de repetir el escenario de una toma del poder por la fuerza en Bielorrusia en 2020.
Lavrov aseveró que esta línea “neocolonial” y “cínica” del Occidente colectivo es “cada vez más rechazada por la mayoría del mundo, francamente cansada de chantajes y presiones”.
Como conclusión, el canciller ruso expresó la esperanza de que las relaciones ruso-chilenas se desarrollen constantemente, “independientemente de las tendencias coyunturales que se apoderen de cada uno de los políticos chilenos”.
“Las relaciones diplomáticas ruso-chilenas se restablecieron inmediatamente después de la caída del régimen del [general Augusto] Pinochet, en marzo de 1990, y desde entonces han tenido una tendencia constante al desarrollo. Confío en que así siga siendo en el futuro”, indicó el ministro.
El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas chilenas realizaron una insurrección militar que puso fin a los 3 años del Gobierno socialista del presidente Salvador Allende.
El general Augusto Pinochet, que llegó al poder, instauró en el país un régimen represivo, con más de 3.000 asesinatos o desapariciones forzadas, cerca de 28.000 víctimas de tortura y 40.000 damnificados en total.
Sin embargo, muchos denunciantes y defensores de los derechos humanos sostienen que las cifras son más altas.
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