Manuel Adorni, el vocero de Milei que se autocelebra y se burla de los periodistas
El funcionario se ha convertido en uno de los personajes más polémicos del gabinete.
Suele contestar «a título personal».
Se burla de los periodistas en las redes sociales. Desprecia a los manifestantes.
Repite un tono catastrofista sobre el país. Se autohomenajea con compilados de sus «mejores» intervenciones.
Se trata de Manuel Adorni, el vocero presidencial de Argentina que se describe como «analista y consultor económico, docente universitario, esposo y papá, conferencista» y que, con un estilo arrogante, se ha convertido en uno de los funcionarios más controvertidos del Gobierno encabezado por Javier Milei.
A diario, en cuanto termina la privada reunión de gabinete, los reflectores se posan sobre este economista y contador público de 43 años que encabeza conferencias que promedian escasos 20 minutos porque sus respuestas suelen ser breves, plagadas de alabanzas al presidente y de frases vagas en las que no ofrece detalles de las medidas de Gobierno.
Lo que sí repite una y otra vez, son los eslóganes que llevaron a Milei a la presidencia. Así, denuesta «la decadencia» argentina, evalúa «la catástrofe» que «heredó» el presidente y deja citas que siempre concitan a la polémica, ya sea porque defiende las represiones policiales; llama «delincuentes» y «violentos» a quienes protestan en las calles; o se suma a las amenazas de recortes financieros a las provincias que no apoyen al mandatario.
Desde su atril estelar, Adorni repite el tono pendenciero, altanero y clasista que, hace años, lo hizo famoso en redes sociales y que incluso le permitió ganar un premio como «mejor tuitero».
De un blog saltó a los medios tradicionales más importantes, en donde trabajó como columnista ultraopositor al expresidente Alberto Fernández, a la exvicepresidenta y expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y al peronismo en general, hasta que, a fines del año pasado, su amigo Milei le pidió que ocupara la vocería.
Escándalos
Adorni no fue la primera opción. Antes, el presidente le había ofrecido el puesto de vocera a la periodista Marina Calabró, quien lo rechazó, lo que permitió que la estrella tuitera entrara a la Casa Rosada para defender las políticas de ultraderecha en las que siempre militó.
Desde entonces, casi a diario, Adorni protagoniza una polémica.
El lunes, por ejemplo, fue tendencia por publicar una compilación de sus conferencias con el título: ‘Lo mejor del vocero presidencial en enero’.
Recibió tantas críticas por su exhibicionismo, que horas más tarde tuvo que cambiarlo por ‘Resumen de enero del vocero presidencial’.
Pero no es la primera vez que su vanidad le juega una mala pasada.
En enero, Adorni también fue criticado por sacarse ‘selfies’ con él como protagonista en el balcón de la Casa Rosada, a pesar de que al lado tenía al presidente y a varios ministros que, de acuerdo con los rangos institucionales, están por encima de él.
La semana pasada, una de las controversias sobre el vocero se debió a que su hermano, Francisco Adorni, fue contratado como asesor en el Ministerio de Defensa, con un sueldo de 2,5 millones de pesos (alrededor de 3.000 dólares), justo durante un Gobierno que afirma que «no hay plata» y que ha prometido combatir «la casta», «los acomodos» y «los privilegios».
El lunes por la tarde, Adorni se refirió por primera vez a este escándalo.
«Mi hermano hace veintipico de años que trabaja en la administración pública, no salí a aclararlo porque es un tema de él, no mío», le dijo a un periodista oficialista que no lo cuestionó más, ya que, al igual que el presidente y el resto del gabinete, el vocero sólo da entrevistas personales a comunicadores amigos.
Estilo
En las redes sociales, Adorni firma sus posteos con un simple «Fin», como si él tuviera siempre la última palabra.
En sus conferencias, les responde a los reporteros de manera acotada, sin explayarse y con un tono de desdén.
También es usual que abandone su función oficial y, en lugar de informar, emita opiniones «a título personal».
La semana pasada, en medio de la tensa discusión en el Congreso de la ‘ley ómnibus’, que es uno de los proyectos centrales del Gobierno, llegó al extremo de responder con un tajante: «sí, siguiente pregunta», a un periodista que le había enumerado la lista de trabajadores heridos por la Policías en las represiones de esos días y que le preguntó si las autoridades de verdad querían libertad de prensa en el país.
Para peor, un rato después el vocero posteó en sus redes una ilustración en la que se burlaba del periodista al destacar lo extenso de su pregunta.
Las críticas por su falta de respeto hacia los trabajadores de los medios, estallaron.
El maltrato diario a la prensa no oficialista y el tono de superioridad que suele usar en sus respuestas explican, en parte que, de acuerdo con la encuesta más reciente de la consultora Zuban Córdoba, solo el 41,5 % valore positivamente al vocero, lo que implica un nivel bajo a solo dos meses de haber comenzado el Gobierno.
En este breve lapso ya ha dejado frases que desatan revuelo.
«Todo lo que no salga de mi boca y no sea real es mentira», dijo en una rueda de prensa para exigirles a los reporteros que no citaran en sus notas a «fuentes anónimas» de la Casa Rosada porque el único funcionario autorizado a brindar información oficial, es él.
«El que corta, no cobra», «Si no votan la ley, claramente va a haber un ajuste mayor a las provincias», «Son espasmos de una casta sindical en retirada», «Es decisión del presidente que seamos cada vez más libres» y «Un país que no respeta a la policía no respeta a la libertad», son otras de sus definiciones polémicas.
Pero no serán las últimas, porque cada mañana es una nueva oportunidad para que provoque otro debate público.
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